Ilustrador, diseñador gráfico, editor, dibujante, fotógrafo, carpintero, escultor, empresario, artista, Pep Carrió es el autor, autor en la acepción latina original: el que hace crecer, brotar, surgir algo.
Para aproximemos a este quehacer y diferenciarlo de otros quehaceres, de otros nombres, sería recomendable renunciar a conceptos semiológicos que acostumbramos utilizar como navaja suiza: mirada, método, lenguaje, estilo, discurso, señas de identidad, etc. Si no pasáramos de ahí, acabaríamos diciendo lo ya dicho de algunos otros, incluso lo ya dicho de él.
Tampoco parece conveniente desplegar catálogo de procedimientos retóricos; los procedimientos retóricos (metáfora, metonimia, elipsis, repetición, etc.) son habas contadas y forzosamente tienen que coincidir con los
de otros autores. La recomendación para empezar a pensar la obra de Pep Carrió, es entenderla como una forma de vida. La forma de vida siempre es única. (Digo que la recomendación sirve para pensarla, para contemplarla basta con colocarse en frente de ella, en un ángulo de visión adecuado y con suficiente luz).
Pep Carrió vive de manera rara y singular: se alimenta de lo material, de lo que ya es y, muchas veces, ya fue. Avanza desde la infatigable búsqueda que aboca al hallazgo: no basta con ser, tiene que aparecer, estar ahí. Ordena a partir del principio de relación: lo que fue y es siempre lleva a otra realidad que también fue y es, y esta a otra, y esta a otra. Y, al fin, otorga sentido reconociendo la posibilidad de metamorfosis: lo que fue y es tarde o temprano será otra cosa.
La obra de Pep Carrió coincide con la forma de vida de Pep Carrió, sin poner fácil la distinción entre qué es causa y qué es consecuencia. No necesitamos la distinción, él no la hace.
Tampoco podemos confundir forma de vida con la vida de Pep Carrió; de la vida de Pep Carrió no hay que hablar aquí.